viernes, 14 de mayo de 2010

Evocaciones



De su evocación se sustentaba.
No de su cuerpo, henchido de promesas. No de su piel, que abandonó con el deseo del abrazo intacto. No de sus labios, que perdieron tersura en la espera. No de sus caricias que, despreciadas, declinaron en sus manos. No de aquel ser que respiraba, sufría y lo amaba.

Sólo subsistía de la invocación de una imagen, que tomó cuerpo y libertad en su mente. Quizá el reflejo de la mujer que antes, que siempre, pobló sus fantasías.

De esa visión estaba enamorado. No de ella, la que nunca tuvo, que, aunque de carne y hueso, aunque de pasión y alma, aunque de dolor y corazón era, se alejó. No sin antes robarle la sombra para eternamente atesorarla en los túneles de su memoria.

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