"Cuando nada más subsiste del pasado," escribió Proust, "después que la gente ha muerto, después que las cosas se han roto y desparramado…el perfume y el sabor de las cosas permanecen en equilibrio mucho tiempo, como almas…resistiendo tenazmente, en pequeñas y casi impalpables gotas de su esencia, el inmenso edificio de la memoria".
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